La presencia constante del pecado en la vida de los creyentes es un problema preocupante, y la verdad honesta es bastante universal: no somos tan buenos como nos gustarí a ser. Qué debemos hacer con esto? Qué esperanza hay para los santos pecadores de pleno derecho que se sienten redimidos pero aú n susceptibles a la influencia del pecado? La respuesta de Dios es clara: No somos nuestros fracasos. No somos nuestros errores pasados. En la Cruz, Dios les dio a los esqueletos de nuestro armario un entierro final. Por la fe somos perdonados, libres y amados má s allá de lo razonable por el Dios que lucha con nuestro viejo Adá n hasta tirarlo a la tierra, lo somete a un control mortal y nos eleva a una nueva vida como santos. Bienvenido al mundo de las simulaciones.